El primer dato sobre la pesca de ballenas por pescadores vascos data del año 670, y fue en el año 1670 cuando la especie la ballena franca o negra, fue considerada extinta comercialmente. La época gloriosa de los balleneros vascos fue el siglo XVI pero como las flotas holandesas, británicas y alemanas comenzaron con esta misma actividad comenzó a desaparecer esta especie del Golfo de Vizcaya.

Os preguntareis por que empiezo hablando sobre pescadores vascos cuando la entrada se titula “origen de los caseros”, pero en realidad tiene mucho que ver, ya que se crearon como respuesta a necesidades que creó esta actividad.
Eran dos los sistemas utilizados por los vascos para esta arriesgada y fructífera caza en la costa cantábrica. Una, la más popular y conocida, ha dejado profundos restos en las costas, sobre todo en forma de topónimos indicadores de los altozanos destinados a avisar el paso de las ballenas. Se trata de las conocidas “ atalayas", ocupadas por un vigilante permanente, listo para dar el aviso a la comunidad que esperaba ansiosa la providencial visita de la ballena.
Al aviso se seguía la carrera para intentar ser los primeros en alcanzar y arponear al animal, lo que, además de asegurar su captura, otorgaba ciertos derechos al primer arponeado. Estas evoluciones, que con frecuencia se realizaban a la vista del puerto, constituían un espectáculo popular porque en el evite se jugaba con la vida de los marineros y porque de su éxito dependía la economía de la comunidad.
Otro sistema de la caza de la ballena consistía en la organización de las pesquerías en forma de compañías, financiadas por vecinos que o bien podían participar directamente en la faena o bien por otros que quedaban al margen de la propia cacería. Estos inversores podían participar en el negocio si formaban parte de la comunidad portuaria, pero también encontramos importantes inversores procedentes de ciudades como Vitoria. Estos últimos estaban interesados en comercializar la grasa de la ballena.
Las compañías puerto como Santander, Asturias o Galicia. Los contactos de los vascos con estas zonas occidentales del Cantábrico se dirigían no sólo al mundo de la ballena, sino a otro tipo de actividades, sobre todo el comercio. Los vascos vendían hierro, acero, armas e instrumentos, y compraban vino y sardinas. A veces, cuando les iba bien en la caza, las expediciones balleneras diversificaban sus esfuerzos y dirigían sus economías hacia el intercambio eventualidad para la que los había preparado la experiencia: ésta les había enseñando a estar abiertos a otros campos diferentes a los vinculados a la ballena.
Como la caza de la ballena causaba grandes ganancias económicas era difícil evitar peleas entre los propios vecinos, entre los balleneros de diferentes puertos, e incluso entre la comunidad de balleneros y las autoridades; éstos, en general de extracción social más pudiente, pretendían sacar de la ballena la mayor ventaja al menor coste. La animadversión entre algunos puertos ha llegado hasta nuestros días, aunque hoy la liza se reduce a una pura competición deportiva, las traineras.
Antiguamente, además del honor entraba en juego el beneficio económico, y las reglas sobre la titularidad o el aprovechamiento de la ballena siempre permitían interpretaciones a favor del más fuerte.
Detrás del mundo ballenero, obviamente, estaba la comercialización de los productos objetivos de la ballena. La carne de las piezas jóvenes se salaba y se vencía a los franceses, por lo visto menos exquisitos en sus gustos culinarios. El gran negocio provenía de la venta de la grasa, utilizanda sobre todo para el alumbrado, ya que ardía sin desprender humo ni olor. Además de estos productos, también se aprovechaban la barba y los huesos del animal. La barba era uno de los escasos materiales flexibles de la época y los huesos se utilizaban para construir adornos y elaborar muebles.
Ha quedado claro que la caza de las ballenas era clave para la economía vasca por lo que los demás sectores laborales se adaptaron para crear elementos para facilitar a los pescadores desempeñar su labor, es aquí donde quería llegar. Una de las necesidades más importantes a la hora de salir a la mar a cazar era la alimentación e hidratación de los arrantzales. El agua era una fuente de transmisión de enfermedades y la deficiencia de la vitamina C creaba la enfermedad del escorbuto que, por aquel entonces, era común en los marineros.
Esto supuso una necesidad de crear algo para que les hidratara a la vez que les aportara nutrientes. La manzana era una de las frutas que tenían en abundancia y empezaron a machacarla y a crear lo que hoy en día se conoce como sidra.
La elaboración de la sidra consiste en diferentes fases: Primero de todo el recogido y elección de la manzana en otoño (llamado mayar). La recolección que consiste en un estado de maduración tecnológica próxima al óptimo. La molienda, uno de los métodos tradicionales consiste en machacar la manzana con grandes martillos de madera. El prensado, durante el cual se lleva a cabo diversos “cortes” de la mesa de prensado con el objeto de facilitar la extracción del mosto e incrementar el rendimiento.
Todas estas fases necesitaban un lugar para elaborarse y es aquí donde aparecieron los primeros baserris. Curiosamente los primeros edificios que hoy en día son caseros se crearon como “fabricas” para la elaboración de la sidra y con el tiempo decidieron sumarle una zona para que las familias pudieran vivir en él.

También podríamos destacar la construcción naval. Empezaron a moldear la madera para poder crear barcos de mejor calidad.
Muchas villas costeras representan en su escudo una ballena, aquí también podemos ver la importancia que tenía el mundo marino:
Getaria
Hendaia

Hondarribia

Donostia

Bermeo

Lekeitio
Plentzia
Ondarroa
Castro Urdiales

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