viernes, 20 de enero de 2017

Carnaval de Lantz


Quería hablaros sobre los Carnavales de Lantz porque os lo mencioné en una entrada previa y me gustaría que lo conocierais mejor.

Es una fiesta que se celebra en el pueblo de Lantz, es una de las más importantes que se celebra en el municipio y uno de los más multitudinarios de Navarra. Se trata de una fiesta de carácter tradicional que tiene lugar en los días que preceden al Miércoles de Ceniza. Dura unos cuantos días y las fuerzas del mal y del bien se enfrentan en una batalla simbólica en la que la sed de justicia moviliza las iras populares.

Cuando cae la noche las calles de la villa se inundan con los vecinos representando distintos personajes y escenificando las captura de Miel Otxin, un malvado bandido. Entre los personajes representados podemos encontrarnos con:

  • MIEL OTXIN: Un malvado bandido que representa a los malos espíritus. Su nombre se debe a que en la antigüedad robó mil otxines, la moneda que antaño era usada en Navarra. El lunes es capturado y paseado por el pueblo a ritmo de txistu y tamborín mientras que el martes de carnaval tras un nuevo paseo matutino, es ejecutado y quemado en la hoguera, mientras los vecino del pueblo bailan el zortziko alrededor de la misma. Es una figura de gran envergadura, tiene más de 3 metros de altura. Es una estructura de madera rellena de hierba seca que alcanza unos 35kg de peso.
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  • ZIRIPOT: Este personaje representa al vecino más fuerte, al encargado de sujetar la al bandido una vez capturado. La figura se cubre con sacos rellenos de hierba o helechos. Adquiere una gran corpulencia, lo que limita sus movimientos haciendolo torpe. Se ayuda para caminar de un palo como bastón. Sufre continuo acoso y derribo por parte de Zaldiko.
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  • ZALDIKO: Este personaje alegre, saltarín, medio hombre medio caballo, lo representa un vecino cubierto con un saco en una estructura rectangular de madera, con una tabla en forma de “u” como cabeza y una cola auténtica de caballo. El Zaldiko es el caballo de Miel Otxin y por eso tiene esa guerra con Ziripot para salvar a su amo y lo tira al suelo cada oportunidad que tiene. 
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  • ARONTZAK, HERREROS: Estos suelen ser entre 8 y 12 personajes. Representan a los herreros del pueblo, los que practicaban el oficio de la herrería. Son los encargados de ponerle herraduras a Zaldiko. Van disfrazados con sábanas de Arpilla, horcas de ajo, cestos. Vas armados con “Xardes” de madera y todo tipo de útiles de herrería. u aspecto, acompañado de sus movimientos lentos y torpes, los hacen unos personajes siniestros, tenebrosos. Se ayudan de un caldero con fuego, donde llevan las herraduras necesarias para herrar a Zaldiko.
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  • TXATXO: La mayoría de los vecinos se disfrazan como txatxos. Estos representan a los vecinos que capturan a Miel Otxin. Van disfrazados con ropas vistosas, de gran colorido, con estampados. También se cubren co pieles y llevan gorros en forma de cucurucho. Armados con escobas van saltando y corriendo, produciendo agudos chillidos y repartiendo algún que otro escobazo. En las décadas de los 40 y 50 los disfraces de los txatxos eran más simples, con mucho menos colorido, más sacos artilleros y con cualquier cosa como gorro.
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Hace tiempo vivía en el pueblo de Lantz un personaje muy popular al que llamaban Ziripot. Era un hombre grande y gordo que casi no podía andar ni tampoco trabajar, así que, para ganarse la vida, contaba viejas historias o cuentos y sus vecinos, quienes, a cambio, le regalaban comida. -¡Mira, mira, Ziripot, lo que te traemos hoy! Y le enseñaban una cesta llena de verduras, frutas y algún que otro pollo. -¡Cuentanos un cuento! -¡Que sea divertido! -¡No, no! Hoy queremos una historia de amor. -¡Bah! Mejor una batalla. Y así pasaron meses y los años hasta que, de pronto, un día apareció en Lantz un gigante llamado Miel Otxin. Era feroz y malvas, abusaba de las gentes y les robaba todo lo que tenía. Con él iba un criatura extraña, mitad hombre y mitad caballo, Zaldiko. Los dos establecieron en Lantz y exigieron que el pueblo que se sometiera a su voluntad. Todos los días, Miel Otxin y Zaldiko se situaban en medio de la plaza, los herreros ponían herraduras nuevas en las patas del centauro y los habitantes del lugar, atemorizados, desfilaban uno por delante del gigante y su ayudante, depositando sus pies todo cuanto poseían. Sólo Ziripot no podía llevar nada, porque nada tenía. -¡Eh! ¡Tú! ¡El gordo! ¡Ven aquí! -gritó Zaldiko. Pesada y lentamente, Ziripot se acercó. -¿Por qué no traes nada? -le preguntó el hombre‐caballo, haciendo restallar su látigo. -No tengo nada -fue su respuesta. Furioso, Zaldiko se abalanzó sobre él y lo golpeó con rabia una y otra vez, hasta que el pobre Ziripot cayó a tierra. Intentó levantarse pero no pudo, debido a su enorme peso. Unos cuantos vecinos intentaron ayudarle, pero Zaldiko, con su látigo, no les dejó acercarse. Se hizo de noche, la plaza quedó desierta y el gordo Ziripot quedó en medio de ella sin poder moverse. Ya pensaba en que tendría que quedarse allí cuando, de entre las sombras, fueron apareciendo los vecinos, que sigilosamente le ayudaron a levantarse y lo llevaron a su casa. -¡Esto no puede seguir así! -dijo uno. -¡Nos van a dejar sin nada! -añadió otro. -¡Hay que encontrar una solución! -exclamó un tercero, y todos quedaron en silencio. -Una vez -comenzó diciendo Ziripot-, una gran piedra cayó rodando desde el monte y fue a parar delante de un caserío, tapando la entrada. El dueño intentó, desde dentro, mover la piedra, pero era muy pesada y no pudo. Salió por la ventana e intentó mover la desde fuera, pero tampoco pudo, pues la piedra seguía siendo igual de pesada. Pasó muchos días pensando en cómo solucionar su problema, hasta que se le ocurrió pedir ayuda. Llamó a sus vecinos y entre todos quitaron la piedra. Los vecinos se miraron unos a otros, cogieron todo lo que encontraron a mano: estacas, azadas, layas, horcas..., y fueron en busca de Miel Otxin y de Zaldiko. Este último pudo escapar gracias a sus patas de caballo, que corrían velozmente, pero el gigante fue capturado. Los vecinos lo condenaron en juicio público, lo ahorcaron y quemaron sus restos en la plaza. Lantz recobró la tranquilidad y Ziripot siguió contando cuentos y leyendas hasta el fin de sus días.




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